El estudio biomecanico de la pisada y la huella plantar es imprescindible para prevenir lesiones y mejorar nuestro rendimiento deportivo.
Los errores anatómicos o estructurales de nuestro cuerpo pueden ser genéticos, cuando nacemos con ellos y están determinados por cierto patrón genético, o adquiridos, ya sea por una enfermedad, un traumatismo, las características propias de una determinada profesión o, como es el caso que nos ocupa, por la repetición de un de- terminado gesto de manera continua y constante, que es justamente lo que ocurre cuando corremos.
Vamos a repasar los problemas más frecuentes que puede presentar un corredor, relacionándolos con la patología que suelen acarrear y el calzado adecuado para su pie, así como el tratamiento esquematizado.
Entre las alteraciones más frecuentes del aparato locomotor, distinguiremos:
Como podemos observar en el cuadro anterior, el pie pronador es el responsable del mayor número de lesiones. No solo va a sufrir el propio pie, sino que además va a provocar un aumento en la tensión y contractilidad muscular y ligamentosa que a su vez se va a traducir en lesiones, sobre todo tendinosas, a cualquier nivel del aparato locomotor, pero llegado el caso también puede afectar a nivel articular, llegando a lesionar la rodilla, que no tiene mucho margen de maniobra y cuya última consecuencia, la temida condromalacia rotuliana, suele ser la causa que termine con la vida activa del corredor.
Tras este panorama un tanto negativo, hay que decir que el pro- nóstico, cuando un corredor presenta UN MAL PIE, no siempre tiene que cumplirse. Conozco a muchos corredores que con una mala estructura anatómica no suelen padecer más allá de meras sobrecargas musculares, mientras que otros con aparente buena morfología no paran de sufrir una lesión tras otra, y es que finalmente todo va a depender de la calidad biológica del corredor.
En general cualquier defecto anatómico de cualquier sector de la columna vertebral tendrá una repercusión directa en los demás tramos. Por esta razón una cifosis dorsal se suele acompañar de hiperlordosis cervical y lumbar.
No me cansaré de repetir que la pronación es un movimiento necesario con el que el pie trata de disipar el impacto que se produce cuando andamos y corremos, pero estamos hablando de una pronación fisiológica en torno a 6 u 8 grados. Cuando pronamos por encima de estas cifras, el pie pone en marcha toda su artillería y además pide ayuda a los de arriba para neutralizar el desajuste que ello provoca. El corredor con una pronación fisiológica tenderá a aumentar dicha pronación a partir de la hora de carrera, y todos ven aumentada su pronación fisiológica en la llegada de una prueba de maratón o medio maratón, sin que ello tenga por qué suponer un problema. Pero la cosa cambia cuando una persona con pronación aumentada decide correr de una manera moderada o intensa, por encima de tres horas a la semana, o quiere acometer una prueba de larga distancia. Es muy probable que termine lesionándose.
Si echamos la vista atrás, en la prehistoria existía una selección natural para la supervivencia humana, de forma que el más fuerte y más rápido tenía más posibilidades de éxito que el resto de sus congéneres. Hace 30.000 años, nuestro antecesor Homo sapiens eliminó de la faz de la Tierra a su primo hermano Homoneandertalensis, a pesar de que este último era más fuerte y mejor dotado para la carrera. Sin embargo, la mayor inteligencia del Homo sapiens le superó, acorralándolo con estrategia gregaria y acabando con la especie de los neandertales en la costa de Gibraltar. Una verdadera lástima, porque sin duda ahora podríamos rivalizar con otra especie Homo, pero la historia la escriben normalmente los vencedores.
En nuestra edad escolar, todos hemos asistido a la rivalidad en educación física o clase de gimnasia, y hemos observado que había niños y niñas más retraídos, quizás un poco torpes y a menudo con problemas de sobrepeso y dificultad psicomotriz. Al ser más lentos que el resto, normalmente estos niños son menos participativos, lo que supone un círculo vicioso. Pues bien, estos niños en general, aunque no siempre, son portadores de un MAL PIE, que a su vez suele estar relacionado con un exceso de laxitud ligamentosa. Son los niños injustamente denominados «torpones» y a los que muchas veces no se les presta la atención debida para incorporarlos a la dinámica del resto de la clase.
Ahora que se habla tanto de la pronación y la supinación, debo decir que el pie está diseñado para pronar, la pronación es un movimiento que realiza el pie rotando hacia el interior de su eje, para de este modo absorber la presión derivada de la fuerza de la gravedad, en sentido descendente, y la fuerza del terreno, en sentido ascendente.
De no ser por este movimiento amortiguador del pie, este se rompe- ría sin lugar a dudas. Por tanto, necesitamos cierta pronación o ballesteo de nuestros pies. El problema, como hemos comentado en tantas ocasiones, es tener aumentada dicha pronación de manera importan- te, así como correr por encima de una hora de manera reiterada sobre aceras o asfalto, ya que ello lesionará incluso pies bien estructurados.
Aunque no existe una solución mágica para evitar las lesiones, daré una serie de pautas avaladas por más de 25 años de experiencia cuidando la salud del corredor, con el único objetivo de prevenir y tratar lesiones provocadas por la actividad deportiva.
La prevención pasa por la realización de una exploración biomecánica del pie realizada por un podólogo especialista en podología deportiva, ya que los supuestos estudios biomecánicos que realizan ciertas marcas de calzado deportivo e incluso tiendas de calzado carecen de los conocimientos anatómicos, biomecánicos y patomecánicos necesarios para realizar un estudio analítico completo, limitando en muchas ocasiones dicho análisis al resultado de un determinado software y plataforma de presiones al alcance de cualquiera.
Asimismo, las plantillas del corredor deben ser personalizadas y adaptadas por el podólogo, verdadero profesional responsable del diagnóstico y tratamiento de las diferentes patologías del pie.
Cualquier persona puede correr, pero no todas podrán correr maratones. Por poner un ejemplo, un sujeto con pie plano verdadero no debería correr más allá de media hora y 3 días por semana, siempre son la ayuda de unas plantillas perfectamente adaptadas a su pie y zapatillas estables que minimicen el mayor estrés articular de ese pie mal estructurado.
Ante una lesión que dure más de una semana debemos acudir a un profesional cualificado. Normalmente la lesión avisa antes de llegar a hacerse crónica, en forma de tendinitis y dolor, por ello es importante oír estas voces de alarma.
Las firmas de calzado deportivo cuentan con múltiples recursos para estabilizar la pisada y controlar el exceso de pronación, y en muchas ocasiones encontraremos la zapatilla ideal para nuestros pies, pero en otras tendremos que recurrir a la ayuda de unas plantillas personalizadas o soporte plantar (SP).
No existe una fórmula mágica para encontrar el ritmo y nivel de entrenamiento ideal para el corredor con MAL PIE, pero como norma debería dejar un día de descanso entre sesiones de entrena- miento, no abusar de rodajes largos ni de series de entrenamiento que requieran gran esfuerzo. Por otro lado, debería evitar carreras populares que superen los 10 km. Pero como no hay dos corredores iguales, la conclusión del ritmo y nivel de entrenamiento y concurrencia a carreras populares será algo que determinará cada corredor con su propia experiencia y el consenso de su entrenador.
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