La fascia lata es el músculo que recorre la cara lateral del muslo. Per- sonalmente me recuerda a las bandas rojas que porta el pantalón de los soldados de la Marina. Este músculo solo lo es verdaderamente en su tercio superior, donde tiene lugar su origen en el hueso de la cadera, justo por debajo de la espina ilíaca anterosuperior, donde recibe el nombre de tensor de la fascia lata (TFL), para continuar dirigiéndose hacia la rodilla, mediante una estrecha estructura de tejido fibroso conocida como cintilla iliotibial o banda iliotibial, cuyo destino principal será el tubérculo de Gerdy, a nivel del hueso de la tibia, con una expansión en la rótula y otra en el hueso peroné.
La función principal de este músculo es estabilizar y abducir, mover lateralmente la rodilla.
Seguro que muchos la recordaréis cuando de pequeño algún compañero con mala baba nos golpeaba con la rodilla en la cara la- teral del muslo. Es un dolor difícil de olvidar. Otros lo conoceréis como «el músculo de la risa».
Sin lugar a dudas, el síndrome de fricción de la cintilla iliotibial, a partir de ahora SFCI, es, junto con la fascitis plantar (FP), la causa más frecuente de visita por parte de corredores a nuestra consulta (en torno al 20%), tal es la supremacía de esta lesión, que se ha ganado a pulso la denominación de «rodilla del corredor». Es increíble el modo en que una estructura tan pequeña puede provocar tanta molestia y dolor, hasta llegar a ser realmente incapacitante para muchos corredores y ciclistas. Supone además la causa más frecuente de dolor en la cara lateral externa de la rodilla en corredores de fondo y medio fondo (menos frecuente en velocistas). El SFCI es consecuencia de la fricción repetitiva del tendón de la banda iliotibial y el cóndilo externo del fémur, debido principal- mente a un exceso de pronación, ya que el pie al pronar va a arrastrar a la rodilla a rotación interna, y justamente la cintilla iliotibial, en su lucha para que eso no ocurra, no olvidemos su papel estabilizador de la rodilla, terminará irritándose e inflamándose en mu- chas ocasiones.
El dolor del SFCI suele comenzar poco a poco, y limita cada vez más el tiempo de rodaje, hasta llegar a aparecer a los 10 minutos de iniciada la carrera. Las bajadas y la carrera a baja velocidad suelen empeorar el cuadro doloroso, ya que la fricción va a ser mayor en estas circunstancias.
Ya hemos constatado que la causa principal es siempre el exceso de pronación, pero también tenemos que indicar otros factores desencadenantes.
El SFCI constituye una lesión afortunadamente muy sencilla de diagnosticar, basta tumbar al corredor boca arriba sobre la camilla y presionar con el dedo pulgar sobre el cóndilo externo del fémur para provocar el dolor característico, si bien podemos observar puntos dolorosos a lo largo de toda la fascia, incluso ir acompañada de dolor a nivel de la cadera, trocanteritis y síndrome piramidal, ya que ambos cuadros dolorosos están provocados por el mismo error biomecánico.
Si bien el SFCI es el cuadro doloroso más frecuente de los localizados en la cara lateral externa de la rodilla, debemos realizar un diagnóstico diferencial con otras patologías que tienen cercano el dolor que nos ocupa, entre las que se encuentran:
Como ya hemos comentado anteriormente, el diagnóstico fundamental es el exploratorio, pero en ocasiones nos podemos ayudar de la radiología, principalmente de telerradiografías, para determinar la presencia o no de asimetrías en la longitud de las piernas, ecografía para comprobar el estado tendinoso de las estructuras vecinas y resonancia magnética nuclear (RMN) para descartar un deterioro en la articulación de la rodilla.
— Uno de los más conocidos es, partiendo de la posición bípeda, cruzar las piernas y flexionar el tronco hacia delante hasta notar la tensión en la fascia.
— Una alternativa es, sentado, flexionar la pierna del lado afectado y, con la ayuda del brazo, tratar de girar la cadera hasta notar la tensión.
— Otra alternativa es colocar nalga, pie y pierna del lado afectado sobre una encimera o el mismo suelo y flexionar el tronco hacia delante. No obstante, lo ideal es realizar el estiramiento asistido: con la ayuda de alguien lograremos un resultado mucho más eficaz.
Un buen tono muscular equilibrado es el mejor seguro de vida para nuestros músculos; por tanto, siempre será adecuado realizar una tabla de ejercicios de potenciación que incluya no solo la fascia lata, sino también la musculatura abductora o separadores de la cadera y musculatura glútea, ya que si cada músculo aporta de manera óptima su papel de estabilización, la fascia lata no recibirá un exceso de trabajo, que a la postre terminará sobrecargándola y provocando el cuadro doloroso.
Nuevamente nos tumbaremos lateralmente para realizar elevaciones laterales con la pierna, incluso colocando una tobillera lastrada para incrementar el trabajo de fortalecimiento. Otra forma sería, partiendo de la posición de pie (bipedestación), colocar una banda elástica entre los tobillos y, dejando un pie fijo en el suelo, separar el contralateral, y viceversa.
Las sentadillas en apoyo monopodal son otro clásico para poten- ciar los cuádriceps, y consiste en subir con una pierna y bajar despacio (isométricamente). El grado de flexión dependerá del dolor, que no debería aparecer en ningún momento, caso contrario disminuiremos la flexión de la rodilla e incluso podemos subir con ambas piernas, para ejercer menos tensión. Este ejercicio lo podemos potenciar si lo realizamos sobre una superficie inestable tipo Bossu, igual que el ejercicio anterior, primero con pies calzados, para dar mayor estabilidad al apoyo, y, pasado un tiempo y cuando ya tengamos la técnica asumida sin mucho esfuerzo, realizarlo descalzo. Con ello conseguiremos no solo potenciar las rodillas, sino también la musculatura propia del pie y tobillo y la propiocepción. 3 X 1. ¿Alguien da más?
Tenemos que revisar las zapatillas, observando la posible deformación y desgaste, y apuntar el kilometraje realizado para no pasarnos de vueltas.
Como en casi todas las lesiones del corredor, se impone un diagnóstico lo más precoz posible y la instauración de la terapia adecuada, que pasará por realizar actividad física pero siempre sin dolor, como nadar, bicicleta, elíptica…
La vuelta a la carrera será gradual, evitando las cuestas y acortando la zancada.
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