Conocemos como síndrome isquiotibial el cuadro de dolor asociado a la inflamación, microrrotura o rotura de los músculos isquiotibiales, debido a la sobreutilización de los mismos durante la carrera. Es un cuadro de dolor muy común entre los corredores por el papel primordial que juegan estos músculos al andar y correr. Sin embargo son los grandes desconocidos.También se conoce este cuadro como «síndrome de los isquiotibiales cortos», ya que se ha observado una relación estrecha de esta patología con el referido acortamiento de su musculatura. Por ello la exploración es de vital importancia, junto con las técnicas de diagnóstico por la imagen, ecografía (ECO) y resonancia magnética nuclear (RMN).
Músculos:
Los músculos isquiotibiales o isquiosurales son tres: semitendinoso, semimembranoso y bíceps femoral. Los tres tienen en común su origen en la tuberosidad isquiática de la cadera, pero el destino es distinto para cada uno de ellos. El semitendinoso acabará insertándose en la cara anterior e interna de la tibia, como parte de la pata de ganso; el semimembranoso lo hará en la cara posterointerna de la tibia y el bíceps femoral, en la parte posteroexterna y cabeza del peroné.
Entenderemos que si bien los tres músculos tienen en común la acción extensora de cadera y flexora de rodilla, los dos primeros además provocarán rotación interna de cadera, mientras que el bíceps femoral la hará rotar externamente con la ayuda de la musculatura glútea. Además tienen una acción de desaceleración de la rodilla en su incursión hacia delante durante la carrera al apoyar el pie sobre el terreno.
Los isquiotibiales son músculos largos con tendones igualmente largos y potentes que ayudan a mantenernos erguidos y que, si bien su máxima activación acontece en la carrera al apoyar el pie sobre el terreno, tienen una activación pasiva, al mantenernos de pie. Esta constitución longínea de sus músculos, junto a su gran activación durante la carrera, es lo que dará origen a su sobrecarga, contractura, calambres e incluso roturas fibrilares y raramente completas de músculo y tendón.
El acortamiento isquiotibial no tiene un origen claro, y si bien siempre ha aparecido en la literatura médica como consecuencia de una mala programación o ausencia de estiramientos tras la práctica deportiva, en la actualidad parece consensuado su origen congénito, y son muchos los estudios que, tras analizar la anatomía y estado funcional de muchos adolescentes, evaluaron una clara evidencia de este patrón de acortamiento muscular, en torno al 25%, según diversos autores.
El acortamiento isquiotibial limita la longitud y calidad de la zancada, pero tiene además una gran repercusión en la movilidad de la pelvis, retrasándola (retroversión femoral), lo que a su vez va a aplanar la curvatura natural de la columna lumbar (rectificación lumbar), provocando acuñamientos anteriores y desplazamientos vertebrales, espondilólisis y espondilolistesis, además de la compensación en el resto de la columna, dorso curvo y cifosis dorsal.
Podemos describir cinco subclasificaciones clínicas:
La rotura tendinosa es un cuadro agudo que se produce normalmente al realizar un esfuerzo intenso o gesto inesperado, muy común en fútbol. La tendinopatía por sobreuso sería el resultado de microprocesos inflamatorios o microtraumatismos durante la carrera, es de evolución lenta y tiene carácter crónico. La bursitis isquiática es la inflamación dolorosa de la bursa o bolsa serosa a nivel de la rama isquiática, justo donde nos apoyamos al permanecer sentados, y es una lesión propia de personas que permanecen muchas horas en esa posición. El síndrome isquiotibial propiamente dicho provoca un dolor similar al dolor ciático o ciatalgia. Por último, el síndrome compartimental, del que ya hablamos en el capítulo del tríceps sural, es un dolor debido a un problema de contenido y continente, al no permitir la fascia o envoltura muscular la expansión del propio músculo o grupo muscular, en cuyo caso hay que intervenir quirúrgicamente.
Como comenté anteriormente, el diagnóstico es principalmente clínico o exploratorio, y será confirmado mediante las técnicas de diagnóstico por la imagen (ECO y RMN). Es más frecuente en el sexo masculino, y el síntoma principal es el dolor de tipo urente o quemazón que se irradia hacia el muslo, y lo habitual es que aparezca durante la carrera. En caso de confirmarse el diagnóstico, el tratamiento pasa por realizar reposo durante 6 semanas.
Las medidas terapéuticas irán en consonancia con el tipo y gravedad de la lesión.
Medidas a tomar por el corredor
Fisioterapia
Médico
Podológico
Probablemente la patología isquiotibial esté más relacionada con desequilibrios musculares y técnica de carrera que con el tipo de pisada. No obstante, con el soporte plantar trataremos de descartar cualquier implicación del pie en la producción del dolor, estabilizando la pisada en todo su recorrido.
Mención especial merece el síndrome del acortamiento isquiotibial (SAI), por la gran repercusión que tiene dentro de la casuística lesional del corredor. Como comentaba al inicio de este capítulo, existe gran controversia sobre el origen del problema —sirva de ejemplo el dilema del huevo y la gallina—: siempre se ha pensado que la causa del acortamiento era la falta de estiramiento isquiotibial tras las sesiones de entrenamiento; sin embargo, las últimas tendencias parecen consensuar que el origen del problema es el acortamiento genético de los mismos, el cual se pone más en evidencia con la práctica de deportes como la carrera continua, debido a la intensidad del impacto y a la amplitud de la zancada.
Este SAI se ha observado hasta en un 25% de adolescentes y posee gran importancia por la repercusión que va a tener sobre la patología de cadera y espalda, al estar íntimamente relacionado con el dolor lumbar y la aparición de hernias discales. Se ha relacionado con niños y adolescentes inactivos que pasan muchas horas sentados, que acuden al colegio en autobús en lugar de hacerlo andando o en bicicleta, etcétera.
Con esto no quiero decir que no haya una correspondencia entre lesión y ausencia de estiramientos. Muy al contrario, no estirar antes y, sobre todo, después de las sesiones de entrenamiento y de las carreras puede producir rigidez, por el aumento de tensión muscular acumulada, que se sumaría al problema intrínseco de una estructura ya acortada de inicio. El acortamiento de los isquiotibiales provocará a su vez la basculación de la pelvis hacia atrás, y esta modificará asimismo la curvatura fisiológica lumbar o lordosis lumbar hasta llegar a anularla (rectificación lumbar), y todo ello acarrea además una merma en la eficacia de la acción flexo extensora de rodilla y cadera. Ante la sospecha de un síndrome de acortamiento isquiotibial debemos realizar el test de valoración de isquiotibiales cortos.
Test de valoración de los isquiotibiales cortos
Prevención
La prevención es fundamental y pasa por la valoración del niño a partir de los 5 años, más una revisión anual hasta alcanzar la madurez y evitar de este modo las compensaciones osteomusculares anteriormente descritas y que, una vez instauradas, serán difíciles de corregir. En caso de diagnóstico precoz o tardío de la alteración de SAI, habrá que incorporar una rutina de ejercicios para mejorar la flexibilidad y tonicidad de la musculatura lumbar y abdominal, tipo recuperación postural global (RPG), pilates, el gato, etc.
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