La tendinopatía aquílea es otra de las lesiones muy frecuentes en el corredor y que obliga a parar y visitar al profesional sanitario: traumatólogo, fisioterapeuta y podólogo.
El tendón de Aquiles es el más potente del aparato locomotor y sirve de anclaje al músculo tríceps sural, que, como su propio nombre indica, está constituido por tres músculos —gemelo interno, gemelo externo y sóleo— que dan forma a la pantorrilla y cuya gran diferencia estriba en su origen, ya que los gemelos se originan en el fémur, saltando la articulación de la rodilla, mientras que el sóleo se localiza más abajo, en la propia tibia. Por ello el estiramiento de uno y otro se realizará de diferente manera, como veremos más adelante.
Por otra parte, el tendón de Aquiles forma con el hueso calcáneo y la fascia plantar una potente polea de primer grado denominada «sistema aquíleo calcáneo plantar». Se trata de una polea muy vigorosa y flexible con la capacidad de amortiguar la caída del talón en el salto o carrera de antepié y de despegar el talón del terreno para abandonar el suelo y preparar al pie para el siguiente contacto. La cuerda superior de la polea la constituye el propio tendón de Aquiles, la rueda sería el hueso calcáneo, el más robusto del cuerpo, y la cuerda inferior sería la fascia plantar.
El tendón de Aquiles se inserta en la región posterior del calcáneo y a unos 12 centímetros del mismo da lugar al músculo tríceps sural.
Normalmente entre las inserciones de los tendones con el hueso existen unas bolsas serosas (bursas) que son una especie de cojinetes que acomodan y protegen el tendón del roce con su hueso o con la piel. En este caso tenemos una interna entre tendón y hueso (bursa retrocalcánea) y otra externa entre tendón y piel (bursa retroaquílea) que en ocasiones también se inflaman, dando lugar a bursitis.
La acción del tendón de Aquiles es la flexión plantar del pie, promueve la elevación del talón sobre el terreno, la carrera y el salto, y soporta grandes fuerzas de trabajo en actividades como tenis, baloncesto, fútbol, salto de altura y sobre todo triple salto, donde el pie en el segundo apoyo tiene que soportar el impacto en la recepción y, sin relajarse, volver a activarse impulsando el pie para el siguiente salto, maniobra exquisita y mágica que proporciona una plasticidad admirable, pero que sin duda también conlleva el mayor índice lesional en estas especialidades atléticas, así como en la carrera de velocidad y medio fondo (800 y 1.500 m), y ya no digamos en aquellas que incluyen salto de vallas, y si añadimos la ría, ya es para nota.
Si hemos dicho que el tendón de Aquiles tiene como misión el despegue del pie en cada contacto con el suelo, entenderemos rápidamente que la reiteración de este gesto en la carrera de fondo y el vigor del mismo en las series, cuestas y carreras de velocidad está claramente relacionado con esta lesión, pero además la favorecen los siguientes aspectos:
La rotura aquílea suele producirse tras una arrancada rápida y vigorosa, un giro brusco, un salto o un mal apoyo inesperado. El corredor siente una especie de hachazo doloroso y seco acompañado de un crujido o crepitación que le impide seguir caminando. Son más comunes en personas sedentarias que inician una actividad nueva. El tratamiento de la ruptura aquílea siempre es quirúrgico, que puede ser bajo técnica mínimamente invasiva (cirugía MIS) o abierta, dependiendo del tipo de rotura y traumatólogo que la realice.
Tras la cirugía del tendón de aquiles normalmente habrá que permanecer con una inmovilización tipo escayola o bota inmovilizadora tipo warkel durante 6 semanas, para continuar con la rehabilitación durante 3-4 meses y vuelta a la actividad de carrera entre 6-12 meses. La buena noticia es que normalmente un tendón de Aquiles no se vuelve a romper por donde se operó, y tras el largo calvario siempre es un consuelo.
Las tendinitis aquíleas no tratadas tienden a hacerse crónicas, es por ello por lo que ante el primer signo de dolor aquíleo que se prolongue más allá de una semana, se debe acudir al profesional adecuado para su diagnóstico y tratamiento. Comentaba anteriormente que la tendinitis aquílea estaba justificada en el corredor de fondo por la reiteración del gesto deportivo, sobreuso, despegue, despegue y despegue, pero también acontece en personas sedentarias que se inician de manera drástica en la carrera sin las medidas profilácticas necesarias —progresión en el esfuerzo, terreno firme y llano, calzado adecuado, calentamiento y estiramientos, etc., sin olvidar factores predisponentes, como pueden ser la presencia de enfermedades endocrinas, metabólicas o la obesidad.
Las tendinopatías aquíleas suelen resolverse bien con medidas conservadoras, pero cuando la lesión se va cronificando hablamos de tendinosis aquílea, y en este caso la vuelta a la normalidad va a ser un poco más compleja.
En otras ocasiones la inflamación se va a producir en el paratendón, que es la funda que envuelve el tendón, con la formación de líquido entre ambas estructuras, y entonces hablamos de paratendinitis.
Conocemos por Haglund la presencia de una excrecencia ósea en la parte superior del calcáneo y que puede rozar con el tendón de Aquiles, en cuyo caso hablamos de síndrome de Haglund, que suele tener solución quirúrgica cuando realmente representa un problema para correr e incluso para la vida diaria. Los corredores que tienen esta alteración comúnmente rompen el interior del forro de la zapatilla por la parte del talón, pero el abultamiento en sí mismo no tiene por qué representar un problema, siempre que no dé síntomas.
La tendinitis aquílea puede presentar un engrosamiento del tendón a lo largo de cualquier punto del mismo (son frecuentes a 5 centímetros de su inserción con el hueso calcáneo), que puede ser doloroso o no, y también a nivel insercional, y en ese caso hablamos de entesitis aquílea.
Las bursitis aquíleas responden bien a las infiltraciones con corticoides, pero conviene recordar que no se debe abusar de esta sustancia ni sobrepasar las tres infiltraciones.
El diagnóstico clínico de la tendinitis aquílea lo realizamos al palpar el tendón del corredor, maniobra que provoca dolor. El tendón puede presentar un engrosa- miento, generalmente en el tercio medio. La resonancia y la ecografía nos darán una información muy valiosa sobre el alcance de la lesión.
La radiografía nos será muy útil para detectar algún engrosamiento o exostosis ósea, popularmente conocida como espolón retrocalcáneo.
La ecografía y la RMN nos proporcionan una imagen precisa del estado del tendón, muy útil para establecer un diagnóstico preciso y el tratamiento más adecuado.
La prevención pasa por mantener un tríceps sural flexible, y para ello es fundamental mantener un equilibrio entre tono muscular y elasticidad, o lo que es lo mismo, trabajo muscular realizando ejercicios excéntricos e isométricos y estiramientos.
Aunque es un tema controvertido, parece consensuado que las medias compresivas, tipo pantorrilleras, ayudan a oxigenar el gemelo, lo protegen y favorecen el retorno venoso, ya que nuestro gemelo funciona como una verdadera bomba venosa periférica (bomba de Bauer). El gemelo se comprime al correr, presionando los vasos sanguíneos profundos e impulsando la sangre hacia el corazón, sangre que no retornará gracias a un fantástico sistema de válvulas venosas. Por esta razón muchos corredores presentan varices más o menos desarrolladas. En algunas ocasiones no tienen mayor importancia que la estética, pero otras son signo de déficit circulatorio. Por tanto, yo soy partidario de que, ante la aparición de varices o síntomas de piernas cansadas o pesadas, se acuda al médico vascular y que este determine la idoneidad del uso de compresión y el grado de la misma, pero, como digo, soy partidario de su uso, tanto de compresión baja para el día a día, sobre todo cuando se trabaja de pie, como de compresión media para correr (y suave para después de la carrera).
No quiero decir con ello que la compresión nos libre de lesiones aquíleas, pero mantener un buen tono muscular y vascular, y, en definitiva, un músculo mejor oxigenado, seguro que tiene alguna ventaja frente a este tipo de lesión.
Hemos comentado que la carrera continua provoca estrés aquíleo, y este viene en parte determinado por la tracción que provoca su prolongación muscular —el tríceps sural—, que tras sesiones de entrenamiento y competición se puede sobrecargar, contracturar e incluso romper. Casi siempre se trata de microrroturas fibrilares que van dejando pequeñas cicatrices de colágeno en el músculo, que a su vez van limitando su elasticidad. Por esta razón, además de estirar convenientemente gemelo y sóleo, resultaría muy beneficiosa una buena sesión de masaje, que puede ser:
En la exploración biomecánica podemos detectar la presencia de un pie valgo que obligará al tendón de Aquiles a un trabajo extra para tratar de sujetar el viraje del talón hacia el interior.
En el caso del pie cavo varo nos encontramos con un sistema aquilo calcáneo plantar ya acortado de entrada, con el estrés que ello conlleva, ya que siempre que hay un acortamiento muscular va a existir un exceso de trabajo o mal trabajo músculo-esquelético.
Ya hemos comentado que el tríceps sural es el encargado de sujetar la caída del talón y su elevación en cada apoyo. Entenderemos, por tanto, que un corredor velocista o mediofondista que corra de antepié será el más proclive a padecer la tendinitis aquílea, por no hablar de los corredores de fondo que aplican esta técnica, bien por desconocimiento, por presentar un gemelo corto o motivados por la corriente minimalista actual que preconiza la utilización de esta técnica para minimizar el impacto, disminuir la pronación del pie y evitar así un buen número de lesiones. No voy a abundar sobre el minimalismo, tema que tendrá un capítulo aparte, pero sí quiero aprovechar para decir que, si bien es cierto que el correr de antepié hace disminuir la pronación y, por tanto, muchas lesiones derivadas de dicho gesto, no es menos cierto que cada día vemos en consulta corredores afectados por tendinopatía aquílea debido a la adopción de esta nueva técnica de entrenamiento y competición. En cualquier caso, la transición de correr con técnica de talón a técnica de antepié debería realizarse paulatinamente.
Lo mismo ocurre con corredores que utilizan zapatillas con drop bajo y técnica de talón, que obligan a un mayor estiramiento del tendón de Aquiles, al llevar el calcáneo más cerca del suelo.
Otro factor predisponente es el cambio brusco de superficie. Cualquier modificación del terreno precisa de un proceso de adaptación. Si corremos por ciudad y pasamos a correr por la arena de la playa, esta nueva superficie más blanda hará que nuestros pies permanezcan más tiempo en contacto con el suelo, al pronar más por la deformidad de esta superficie blanda, lo cual conlleva mayor estrés articular, muscular y tendinoso, ya que esta nueva situación de pro- nación o aplastamiento del pie por superficie blanda hace que nuestro sistema músculo-esquelético tenga que hiperactivarse para contrarrestar la nueva situación y, a su vez, esta hiperactivación puede causar a corto o medio plazo lesiones propias del corredor pronador, aun sin serlo, y sobre todo si lo es ya de entrada.
Vemos frecuentemente corredores que también son asiduos al gimnasio, donde realizan largas series de musculación con series cortas de pocas repeticiones y mucho peso, con la intención de ganar masa muscular, bien por estar opositando para bombero, por poner un ejemplo, bien por apetencia personal, y en ocasiones consiguen un gran desarrollo de los gemelos, propiciado por una genética favorable. Esta hipertrofia de gemelo es esencial para la carrera de velocidad, pero un lastre para la carrera de fondo, y también podría considerarse factor predisponente para la aparición de tendinopatías aquíleas, por la hipersolicitud que puede llegar a provocar ese gemelo grande. Muchos de estos pacientes corren maratón, y siempre les comento que tienen cuerpo de velocista, pero no les quito la ilusión de realizar la carrera mítica y ellos mismos son conscientes de que hay cierto desequilibrio entre su naturaleza y la actividad que realizan, pero al tratarse de un deporte no competitivo, hablamos de corredores populares, ¿por qué renunciar a vivir la sensación del maratón y tener un cuerpo hipertrófico al mismo tiempo?, pero al menos deben saberlo y ser conscientes de que no cuentan con una naturaleza adaptada para ese esfuerzo de los 42 km. Como en tantas ocasiones, se impone el sentido común, aunque no siempre es sencillo, y en estos casos se impone sesión extra de estiramientos y masaje.
Aunque últimamente este aspecto está en tela de juicio, el frío lo utilizamos como antiinflamatorio de choque ante cualquier proceso inflamatorio muscular, tendinoso o articular. Colocaremos gel frío o hielo envuelto en una toalla 20 minutos cada cuatro horas y durante 3 días, aunque hay autores que hablan de su contraindicación, por frenar el proceso de reparación tisular.
El reposo será proporcional al grado e intensidad de la lesión. Será absoluto en caso de rotura completa del tendón de aquiles, y relativo para el resto de las tendinopatías. En el caso de las tendinitis del corredor normalmente son compatibles con la utilización de bicicleta, natación e incluso elíptica.
Los fisioterapeutas cuentan con un gran arsenal terapéutico para tratar este tipo de lesiones: ultrasonidos, láser, magnetoterapia, etcétera.
Las ondas de choque y la EPI (electrólisis percutánea intratisular) son dos métodos muy eficaces para las tendinopatías. Las ondas de choque son una especie de litotricia (si has sido tratado de cálculos renales puede que te hayan aplicado esta técnica) y que desde hace algún tiempo se realiza exitosamente para tratar muchas tendinitis y entesitis de todo tipo. Pueden ser algo dolorosas y se aplican entre 5 y 10 sesiones.
La EPI es un tratamiento novedoso, innovado por el fisioterapeuta español Manuel Sánchez, una variante de corriente galvánica de corta duración que provoca un cambio en el tejido de gel a sol, una especie de quemadura tisular, para que nos entendamos, y que suele arrastrar y curar la lesión incluso en fase cronificada. Se debe realizar bajo control ecográfico y suele ser dolorosa. Se aplican entre 3 y 5 sesiones.
A la hora de obtener un buen molde del pie del corredor, tendremos en cuenta el gesto del apoyo en carrera, limitando cualquier movimiento anormal de lateralidad (pronación-supinación). En todos los casos de tendinopatía aquílea, fascitis plantar o lesión de gemelo me gusta incorporar al soporte plantar una talonera viscoelástica de porón de 5 mm. Con ello conseguimos elevar el drop, disminuyendo el trabajo del tríceps sural y mejorando la absorción de impacto al talón. Ni que decir tiene que carece de sentido colocar esta talonera a corredores no taloneadores o que corren de antepié.
El trabajo de tríceps sural está íntimamente relacionado con la calidad del despegue del antepié, y este, a su vez, dependerá en gran medida de lo funcional que sea la paleta metatarsal, es decir, el reparto de cargas de los metatarsianos y de la calidad de sóleo y gemelos. Por este motivo el soporte plantar tiene que contemplar en gran medida la máxima optimización del despegue del antepié, y ello se logra igualando el reparto de cargas del antepié, otorgando un papel estelar al primer metatarsiano (hallux).Y para lograr esta optimización en el despegue del antepié, el soporte plantar no termina en una lámina lisa y uniforme; muy al contrario, deberá contar con diferentes grosores para igualar de alguna manera la diferente longitud de los metatarsianos.
Realmente son conceptos biomecánicos relativamente modernos y que nada tienen que ver con la ortopodología clásica o plantillas por elementos que quizás haya llevado el lector en sus pies en algún momento de su vida.
La técnica de las infiltraciones con factores de crecimiento está muy en boga. Comenzaron a utilizarla odontólogos con la finalidad de producir hueso propio, y cada vez la emplean más traumatólogos y podólogos para regenerar tejido; por tanto, es una excelente opción para tendinosis o tendinitis crónica. Consiste en la extracción de sangre, que se centrifuga para obtener el plasma rico en factores de crecimiento, el más próximo a la sangre, y que se mezcla con diferentes substancias regeneradoras antes de infiltrarlo en el tejido afecto, en este caso el tendón de Aquiles.
Los antiinflamatorios no esteroideos (AINES) suelen tomarse entre 1 y 2 semanas cada 8 o 12 horas, con protector gástrico y siempre bajo supervisión y prescripción médica.
La cirugía es la única salida para las roturas completas de Aquiles y para las tendinopatías rebeldes que no hemos conseguido resolver siendo tratadas de forma eficaz por un periodo de 6 meses de manera continuada. Normalmente ofrece buenos resultados; puede quedar el tendón algo engrosado, pero sin representar un problema, y la intervención se realiza lateralmente al trayecto del tendón, para que la cicatriz no suponga un problema de roce con la zapatilla al correr. El periodo de recuperación posquirúrgica conlleva 6 semanas de inmovilización y unos 3 meses de recuperación; para volver a la vida activa, carrera en este caso, entre 4 y 12 meses, y de manera progresiva, ya que después del periodo de inmovilidad el tendón de Aquiles tendrá que ir recuperando poco a poco su funcionalidad, no solo para alcanzar el punto de actividad previo a la rotura, sino también para el día a día.
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